2009/09/19

Francia y España





La Francia de la grandeur y la España miserable.
La Francia de la politesse y la España botijera.
La Francia de la cultura, la liberté, el laicismo y la progresía. Hogar tradicional de refugiados de todo el mundo. La Francia de los derechos humanos.
La España inculta, amante de dictadores, católica y retrógada. Exportadora de refugiados, madrastra que gusta de enviar a sus hijos al exilio.

Nadie podría pensar que tuvieran algo en común. Y, sin embargo, lo tienen.
Hoy he sido testigo de su encuentro. No un encuentro de políticos, en el que siguiendo el protocolo sonríen y se dan la mano. Un encuentro de trabajo, de negocios sin canapés, a pie de obra.

Lugar: una colonia que se repartieron hace siglos entre las dos, justo en el lugar que eligieron para cortar la tarta. Euskal Herria, entre Gipuzkoa y Lapurdi.

En la Europa sin fronteras del siglo XXI han decidido que los habitantes de la tal colonia no podemos movernos por nuestro propio territorio. Podemos ir de compras, o de vacaciones; pero no a una manifestación legal (a los franceses por ahora les da corte prohibir manifestaciones) en la que se quería interpelar a los gobiernos de las metrópolis respectivas por el paradero de Jon Anza, militante de la izquierda independentista desaparecido en circunstancias muy sospechosas hace hoy cinco meses.

Por lo tanto, en ese punto se han concentrado policías españoles y gendarmes franceses, han parado el tráfico y pedido la documentación a los viajeros de coches y autobuses. Finalmente han cortado la autopista durante una hora, reteniendo en el control a varios autobuses y a todos los vehículos que pueden caber en dos carriles a lo largo de siete kilómetros; y cuando han considerado que ya no daba tiempo a llegar a la manifestación, nos han devuelto la documentación y nos han obligado a dar la vuelta sin dejarnos pasar a Lapurdi.

Ni qué decir tiene que ninguno de ellos ha dado la menor explicación, y por supuesto, ninguno hablaba el idioma del país. El de su respectivos Imperios y bastante mal, por cierto.

Si alguien tenía dudas sobre el paradero de Jon, imagino que hoy lo habrá visto claro. Porque ¿qué miedo les puede dar a dos poderosos estados europeos una manifestación en un pueblo de un pequeño país (que según ellos ni siquiera existe) en la que nos íbamos a concentrar unos pocos miles de personas?

Sí, tienen mucho en común, y no sólo Euskal Herria. La prepotencia, la falta de respeto, el desprecio por los derechos de los ciudadanos y las leyes que ellos mismos han fabricado...

Y, sobre todo, su odio a los vascos.

I. Gardeazabal

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