2011/01/29

Un grito, dos oídos

 
                                                       


Uno

 El americano de USA, Louis Sarno, escuchó a los 30 una melodía irresistible en una radio holandesa. Y nunca más se quitó de encima porque se apoderó de su vida. Aquella trenza polifónica de voces de mujer, sonidos refinados de garganta, melodías expansivas y menguantes, repeticiones infinitas…, pura magia, causaron un salto de ida en su vida. Le enterneció la voz de un pueblo hasta entonces sin nombre en sus libros. Y desapareció en el aeropuerto de Bangui, capital de la República Centro Africana. Tras meses perdido y desaparecido sobrevivió a la hepatitis, malaria y la lepra alimentándose de renacuajos en las selvas tropicales centroafricanas. Y el Herodoto musical de las selvas, el pigmeo blanco de 1´90, Louis Sarno, aquel hombre nacido en  New Jersey en 1954, encontró en 1985 la garganta de los gorjeos maravillosos, la tribu pigmea de los baka, un pueblo de 1´50 de altura. Luego de 25 años con ellos, casado y padre de dos pigmeos, ha escrito Der Gesang des Waldes, el sonido del bosque, libro que enternece, y ha recogido 500 horas de su música, en su investigación “uno de los tesoros más preciados de la humanidad, anterior  a las pirámides”. En la selva encontró la música de aquella radio holandesa, y en la profundidad de aquel sonido vislumbró la cercanía misteriosa de un mundo, que un día, como dice Michael Obert en Zeit magazin, debió ser el nuestro, cuando probablemente éramos aún todos cazadores y recolectores en el África negra. “Los baka escuchan el fluir del agua, el chasquido de los troncos, el trino de las aves y el susurro y vuelo del viento. La selva ha afinado su oído y hoy saben interpretar a coro sus melodías. La selva es una orquesta a la que los baka añaden su voz”. Una pigmea, escuchando a las aves, sabe si su marido ha tenido éxito en la caza.


Dos
Su declaración estuvo tejida de silencios, a veces dio un sorbo al agua del invierno para poner parche pasajero a la emoción y al dolor de un recuerdo sangrante. Lo contó ante los medios en Iruñea. Y sentado y arropado de amistad gritó al mundo «la experiencia más límite de su vida», sus largas horas de tortura y su infierno en una comisaría de guardiacivil al amparo de un juez medieval. A veces un trago puso silencio en el lamento.
Beortegi, uno de los once detenidos en la madrugada del martes 18 de enero decidió contar al viento su calvario en manos de un piquete de guardiacivil, justicia y gobierno, quiso narrar en orden cronológico pero sin hurgar demasiado en el detalle de la todavía herida fresca de su secuestro.
«Todo comenzó a las 2.00. Llamaron al timbre, salí en ropa interior y me encontré a tres guardias civiles apuntándome con pistola. Entraron todos a mi casa y me ataron las manos con unas cuerdas, pero durante el registro el trato fue correcto». Camino a Madrid, empezaron los golpes. «Estaban obsesionados con los testículos y con los tocamientos, pero también me pegaban en la cabeza. Poco a poco pierdes la noción hasta de quién eres. Se me hizo eterno. Cuando bajé del coche, no podía ni mantenerme en pie, no sé si por la tensión, por los golpes... Tuvieron que llevarme entre varios».
De ahí «al agujero, a los calabozos». En su relato remarcó sobre todo el silencio y la oscuridad absoluta de piltrafa humana en la que se hallaba envuelto en manos de un piquete de sádicos. Permaneció con un antifaz en la cabeza. De vez en cuando le sacaban para los interrogatorios.
Hizo un alto en el relato, el dolor se hizo de nuevo en su rostro, …aquellas horas interminables, el deseo de muerte y fin…, tragó saliva y prosiguió: «Eran golpes continuos en la cabeza. Y me hacían estar en cuclillas hasta la extenuación; entonces, cuando no podía ya ni respirar, me ponían una bolsa en la cabeza. Todo esto una y otra vez”, subrayó.
«Te van sacando nombres, los nombres que ellos quieren que salgan: te soban entorno familiar, rompen la amistad de amigos, escupen a quien trabaja contigo en el barrio... Te hacen hacer un organigrama». Todo en un valle de golpes y humillaciones.
Llegó un momento, explicó Beortegi, en que «les dije vale, no puedo más, hago lo que queráis, confieso el absurdo, digo que he matado a Manolete... Soy piltrafa, no hombre”.
Entonces aparecieron con un escrito de preguntas y respuestas escritas. Estuve una tarde aprendiéndolas. Metiendo `marrones' a diestro y siniestro, enmierdándome a mí mismo, lo que sea… antes de seguir en este infierno... Me sentí piltrafa humana. Deseé la muerte, odié la vida.
Luego vinieron y me dijeron “vale, ahora ratifícalo ante el juez y saldrás en libertad».
Pero en el último momento decidí que no, que iba a decirle al juez la verdad».
Quedó libre en la tarde del viernes. Atrás quedaban más de 85 horas en manos de la Guardia Civil.
Dice el poeta:
Dame un grito al oído cuando no tengas amigos,
cuando te pueda la vida cuenta conmigo.
Dame un grito al oído cuando te embargue la tristeza
y tus lágrimas se ahoguen entre mis hombros y tu niebla.
Y mientras Beortegi y demás jóvenes detenidos eran torturados, el juez que les atendía amparando su tortura, Grande-Marlaska, y el alcalde de Bilbao, Sr. Azkuna, departían amigablemente conversación y trago en la Fitur de Madrid.
Siento vergüenza, vergüenza al escuchar  a Beortegi y comprobar que en el 2011 políticos, jueces y alcaldes siguen amparando la tortura entre nosotros. Malditos es un grito muy repetido –demasiado- desde el dolor, la tortura y la rabia en la historia de los hombres y de las mujeres.
Sarno, Beortegi, Azkuna y Marlaska, un grito, un pueblo, dos oídos.
Mikel Arizaleta

No hay comentarios:

Publicar un comentario