2010/03/03

Un sueño de mujer en el 8 de marzo

La actriz berlinesa Jana Pallaske sueña con que un buen día nos miremos a los ojos.

Lo descubrió en un curso de yoga. El ejercicio consistía en: Acércate a la persona más próxima, a la que no conoces, y mírale durante dos minutos largos a los ojos.

Se me acercó un tipo, que en principio me resultó antipático. Pero le mantuve la mirada. Y frente a él cayeron mis prejuicios y se derrumbó mi defensa. Vi lo mucho que me cambió este ejercicio.

Desde entonces sueño con que todos podamos mirarnos a los ojos.

Uno pudiera pensar que es sencillo, pero mantener la mirada resulta laborioso. Lo experimentamos en el metro, en nuestro mundo. Si alguien te observa detenidamente y con insistencia tú le preguntas: ¿Qué pasa?

La gente apenas se mira a los ojos. Incluso en familia. Hay gente que se pasa la vida sin probarlo. No se atreven a sacudirse el miedo ante lo que se descubre, ante los que se ve. Mi sueño es que los jóvenes en lugar de al servicio militar se dediquen a mirarse a los ojos. Deberían peregrinar por el mundo durante un año, como los aventureros, con un código de honor: que cuando un joven se acerque a otro y le pregunte si puede mirarle a los ojos durante dos o tres minutos se le conceda el deseo, y se tome el tiempo necesario sea donde fuere.

Aparte de este año de vagabundeo y peregrinación sería formidable que hubiera locales para mirarse a los ojos, y en los que se pudiera entrar cuando a uno le viniere en gana. Que, al igual que los domingos a las iglesias, se pudiera ir por lo menos una vez por semana durante una hora a dicho local. Sentarse en círculos frente a frente, y cada dos o tres minutos ir girando para así, durante una hora, mirar a los ojos de personas distintas. La magia radica en que cambian el uno y el otro, en que cambian los dos. Si uno se concentra en la mirada no piensa en otra cosa, quizá afloren pensamientos de miedo y vergüenza, de ¿por qué no puedo mantener la mirada?

Pero produce sosiego.

Sería fantástico que todos los soldados, que se hacen la guerra, se colocaran en fila y se miraren durante dos, tres minutos sencillamente a los ojos.

A uno le ayuda a derribar sus muros, a quitarse el miedo, a resquebrajar toda esa costra superficial.

Creo que practicándolo con una cierta regularidad, mirándonos a los ojos con asiduidad todos nos haríamos un poco más tiernos, algo más cercanos, más sencillos y quizá seríamos hasta más felices.

* Podría ser un buen ejercicio en este mes de mujeres.

Mikel Arizaleta

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