Trabajo de clase escrito por una alumna de 3º de ESO (14 años)
Almeria O7!
Llegamos allí, después de 12 horas de viaje. Era de noche y fuimos a alojarnos al hotel, justamente porque al día siguiente teníamos el vis-a-vis.
Me tumbé en la cama y decidí cerrar los ojos y ordenar las ideas, porque iba a vivir uno de mis mejores días.
Nos despertamos a las 10 de la mañana y fuimos a desayunar. Se nos acercó un hombre alto y delgado. De forma que nos sirvió lo que pedimos y se fue a otra mesa.
Volvió para traernos la cuenta pero esta vez, en vez de llevar pantalones negros y camisa blanca, vestía un chándal fluorescente.
Miré el reloj y marcaba las 10:35.Cada vez faltaba menos para verle, pero no estaba a gusto, algo en mí, me advertía y me mantenía alerta.
Así pues, cogimos el coche y fuimos hacia la prisión. Tenía alrededor de 1000m2, y desde un extremo, no se podía divisar el otro. Era gris, tirando para negro y en lo más alto de cada muro percibí aquel alambre de pinchos.
Apenas había ventanas y las que había parecían contrachapadas con barrotes. Pero la guinda del pastel era aquella bandera, presente en todos los sitios.
Pasamos la puerta principal y el primer arco. No pitó nada, así que nos sentamos en aquella sala de espera dispuestos a esperar. Todo era distinto.
Sentía la alegría y el odio a la vez, y la verdad es que no me disgustó la situación.
Pasaron 20 minutos y nos llamaron. Nos identificamos y tuvimos que pasar el segundo arco. Me quité el cinturón y los zapatos, para no tener demasiados problemas y bajo la atenta mirada de aquel señor atravesé el segundo obstáculo. Era alto, bastante gordo y calvo. Vestía aquel uniforme tan especial para ellos y tan nauseabundo para nosotros. Parecía orgulloso de él mismo, aunque la verdad es que con aquel bigote blanco y despuntado, fuese lo menos sexy en el mundo. Sonreía pícaramente, y en uno de aquellos gestos tan trágicos, pude ver el único diente negro que guardaban aquellos sucios labios. Los demás estaban ausentes.
Esta vez tampoco pitó nada, así que teníamos vía libre, se cumpliría mi sueño y el de él.
Una de las funcionarias, nos condujo a mi tía y a mí hasta la sala del vis- a vis. Era grande y luminosa, pero aquello era lo que menos me importaba, puesto que él era lo más importante.
Era alto, delgado y en sus años guapo. Se estaba moviendo de un lado a otro por a impaciencia que eso suponía y porque quería aprovechar aquella hora y media al máximo. Seguido de entrar, nos abrazamos. Sentía sus brazos, a mi alrededor haciendo presión y deduje que metía muchas horas ejercitando su cuerpo en la celda puesto que era su única escapatoria.
En ese momento tan mágico, noté que mi camiseta se mojaba, y al soltarle pude ver que de aquellos dos ojos verdes, caían unas pocas lágrimas.
Acto seguido dejaba escapar unas palabras de aquella sonrisa:
-Zenbat hazi zaren..!
No imagina que 90 minutos fuesen tan cortos y a la despedida nuestros ojos también se mojaron, pero esta vez no por la emoción sino por la angustia, y por que otra vez osaba tendría que pasar 22h sin ver el sol y recordando las lágrimas de todos los sábados.
Ane Alegria 3.E
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