Unos documentos revelados por el periódico GARA, un DVD titulado
“Íñigo Cabacas, crónica de una herida abierta” de Carlos
Trijueque y el programa “Salvados” de Jordi Évole del 28 de
abril nos han puesto ante los ojos en bandeja de plata la indignidad de dos
gobiernos, del PP uno y otro del Partido socilista de Euskadi, y de dos hombres
mendaces e indignos: Juan Cotino y Rodolfo Ares.
Íñigo Cabacas fue asesinado por la Ertzaintza una tarde de fútbol y
celebración en una calle de Bilbao de un pelotazo cercano y, como se comprueba,
sin que mediara lío o revuelta. Fue una orden policial y malévola dada desde
lejos: “entren con todo, entren a la herriko”, ante la queja del
policía presente que dice no haber motivo y se resiste. Total un muerto,
Íñigo Cabacas, un joven que cae gravemente herido y al que se impide que sus
compañeros le auxilien. Muere a las pocas horas. Se duda de la causa por parte
de los responsables, luego el forense certifica: “no hay duda, fue un pelotazo
de policía”; manifestaciones y comunicados de la autoridad, sarta de mentiras
del Consejero de Interior Ares; un gran silencio de gobierno; una Ertzaintza que persigue, acosa y rastrea hasta la minucia cuando son
huellas de joven revoltoso, reivindicativo, insumiso y rebelde y, sin embargo,
es incapaz de detectar la viga entre los suyos, de deletrear a quiénes
participaron en el peloteo y causaron la muerte de Íñigo Cabacas. Y Ares,
a juicio de los padres, al igual que Juan Cotino, ofreciendo pasta por silencio.
Política de mafia. Los policías callan, mienten, borran huellas, dificultan la
investigación. Se comportan como colaboradores de la opacidad. Y todo ello con
permiso y colaboración del Consejero Sr. Ares y la vista ladeada y en la punta
del zapato del entonces lehendakari Sr. López y del actual Sr.
Urkullu. Tanto monta, monta tanto, fue lema de reyes antiguos.
Los documentos revelan la realidad: un montaje de mentira, descubren que se
sabía desde el inicio la causa y los causantes. Se mintió, se fingió, se tapó,
se humilló, se culpó a otros. Todas esas marranadas a las que nos tienen
acostumbrados esta cuadrilla de mangantes en la que se están convirtiendo
bastantes de nuestros gobernantes, fiscales, policías y jueces. Gente indigna
para ocupar un cargo, y que se convierte en pregunta: ¿a quién votamos cuando
votamos.
El “Salvados” de Jordi Évole del 28 de abril dedicado a las Víctimas del
Metro de Valencia, accidente ocurrido el 3 de julio de 2006, en el que
mueren 46 personas y 47 quedan heridas, algunas muy graves, no tiene
desperdicio: es un monumento a la alcantarilla política,
un documento – en palabras de Manuel Vicent- “en la que está representada toda la
Espña cañí, parte de la España negra, de la gris y de la dorada”. Y de maestro
de ceremonias el actual Presidente de las Cortes Valencianas, otrora quien fuera
director general de la policía a las órdenes del Ministro Jaime Mayor Oreja y,
para más señas, soltero y miembro de la secta Opus Dei. Eso sí, de misa diaria,
ése que es y no es a la vez. Un don nadie al desnudo con bastante basura en su
vida.
Ambos documentos merecen la pena tenerlos colgados en la pared cerca de un
espejo para, al visionarlos, vernos de frente y preguntarnos: a quién votamos
cuando votamos. Juan Cotino y Rodolfo Ares dos hombres de basura y alcantarilla
humana, indignos de ostentar representación alguna en una sociedad con cierta
decencia. Y porque son gente sin escrúpulo echarlos es nuestro
deber.
Mikel Arizaleta.
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