El embalse (metáfora)
Años llevaba subiendo
aquella montaña y por ello llegó a convertirse en una peregrinación ya que cada
fin de semana debía hacerlo. Aparte de contemplar los bellos paisajes que a
derecha y a izquierda, junto al sendero, señalaba y daba ilusiones a mi sufrido
caminar, pese a todo esto, nada era comparable a aquello que desde la cúspide
se podía ver. Aquel hermoso embalse al pie de la montaña.
Fueron tanto los años
de llegar, que inclusive llegué a analizar casi toda su existencia y que como dibujo
lo tengo en la mente.
Por la parte derecha
entraba las aguar limpias de los arroyos y por la izquierda desalojaba el
sobrante, suficiente para alimentar los frutos que en calidad, la ribera
ofrecía. Inclusive en lluvias extremas la naturaleza fue sabia al diseñar que
el equilibrio de entrada y salida fuera simbiosis perfecta.
Si, era hermoso aquel
embalse porque en él se reflejaba aquello que pasaba en los cielos, unas veces
era azul o rojo o con negras nubes, inclusive, alguna vez ése camino lo hice
por la noche y puedo asegurar que era más fácil leer en sus aguas las
constelaciones que en el firmamento.
Hoy estoy triste porque
le he visto sucio lleno de hojarasca de rosetones contaminantes que tarde o
temprano llegarán a los frutos y seguirá su camino fisiológico en los seres
vivos.
Aligeré la bajada hasta
llegar a la causa, y descubrí que son los riachuelos quienes contaminan a todo
él.
Ya no podré ver los
cielos a través de sus limpias aguas ni beber de ella en plato de Luna.
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