A inicios de diciembre, como última hoja otoñal, me ha llegado el voluminoso libro “No les bastó Gernika” editado por Euskal Memoria Fundazioa, que trata de recuperar parte de la memoria que nos han robado desde tiempos lejanos, poso que nuestro pueblo transmite a las nuevas generaciones. Constituye “el mayor caudal de información jamás recopilado en torno a los efectos de la represión contra la población vasca entre los años 1960 y 2010, realidad a menudo ignorada por los poderes públicos, y casi siempre manipulada o silenciada desde otras instancias”.
¿Complicado? Tal vez con lo ocurrido al joven Andoni Akesolo les aclare el libro, es parte del contenido, eslabón de una larga cadena opresora, gangrena vieja en nuestro pueblo.
Ocurrió el 23 de octubre de 2009. Fue asaltado por cuatro encapuchados, que se identificaron como guardias civiles, y tras colocarle las esposas en una mano y enseñarle una pistola le mantuvieron contra la pared exigiéndole colaboración policial. Ocurrió al salir del establecimiento hotelero donde trabaja. Le amenazaron si no colaboraba, le propinaron un par de puñetazos en la cabeza y en la tripa. Al escuchar ruidos de coches ajenos escaparon corriendo.
Andoni es retenido de nuevo el 16 de mayo de 2010 durante una media hora. Nuevamente por cuatro encapuchados cuando iba a entrar en su casa, advirtiéndole que “anduviera con cuidado porque la siguiente vez no tendría tanta suerte”. Se abalanzaron sobre él, le estiraron de los pelos, le agarraron del brazo y le arrojaron contra el capó del coche. Andoni Akesolo interpuso denuncia antes y ahora. El 1 de diciembre de 2010 la juez Dª María Teresa Trinidad Santos del Juzgado de Instrucción nº 3 de Durango le comunica que “se acuerda el sobreseimiento provisional de la causa”.
Días atrás, y por tercera vez, el joven Andoni fue llevado a la fuerza a un bosque por cuatro encapuchados, donde le aguardaban otros cuatro, siendo esposado e interrogándole y golpeándole durante una hora. Después de todo esto el joven sigue padeciendo acoso policial. Y tras el último secuestro ha sido abordado en la calle por dos policías de paisano, amenazándole con represalias si cuenta lo ocurrido. El joven no sólo lo denunció en el juzgado sino que, arropado por el pueblo de Dima (Bizkaia), interpeló a las autoridades e instituciones desde la plaza del pueblo.
Y como se dice en el libro citado esto ocurre hoy en nuestro pueblo. Y no es caso único. Y ocurre con el silencio cómplice del consejero de Interior del Gobierno vasco Ares, del Lehendakari López, del Delegado del Gobierno español en Bizkaia Cabieces y con el silencio del fiscal Calparsoro. ¿Por qué no han dicho palabra alguna cuando tanto hablan en otros casos? El GAL fue historia y es presente. Por lo relatado y expuesto todo apunta a que los secuestradores bien pudieran ser elementos parapoliciales o policiales. Se percibe su olor en el secuestro. Nada extraño. El Delegado del Gobierno central es el responsable de los aparatos del Estado en nuestra tierra, él es el responsable de las fuerzas destinadas al orden público. Y mi experiencia de observador, así como los abundantes casos recogidos en el libro “No les bastó Gernika” me hacen pensar que, al menos hasta el momento actual, casos atribuidos a elementos policiales o parapoliciales han permanecido en la obscuridad y en la penumbra, posiblemente porque entre quienes debieran indagar y los actores, en este caso el repetido secuestro, bien pudiera haber cierta cercanía, cierto mirar a otra parte o quién sabe si cierta colaboración. No olvidemos que el PSOE de Bizkaia tiene sangre del GAL en sus manos.
Es deber ciudadano preocuparse por estos atentados con olor institucional, posiblemente originados en los aledaños del poder. De ahí la gravedad y la necesidad de una urgente aclaración. En la anterior diligencia la jueza ni siquiera consideró necesario hablar con el secuestrado, ni siquiera se interesó por detalle alguno ni, tampoco, por su situación. Sin duda que es un modo de contribuir a la zozobra y al vivir en vilo e inseguridad de este joven. Sencillamente, creo que ante el secuestro repetitivo Andoni Akesolo se merece mayor atención por parte de los tribunales salvo que quieran silbar al viento del invierno.
Espero que esta vez su denuncia, la de sus vecinos y ésta ante el Juzgado de Guardia tenga un mayor recorrido y sirva para hacer realidad aquello de que vivimos en un Estado de derecho.
Mikel Arizaleta
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