Donde Hartmut Mehdorm[1] pongan José Blanco López[2] o, si prefieren, Pepiño Blanco, donde empresario y presidente de… pongan ministro y quizá les suene esta reflexión de Harald Martenstein en Zeit Magazin
Todo está relacionado. Poco antes de estas fiestas me encontraba en el aeropuerto de Munich. El avión no partió. En un principio pensé que era a causa de la nieve. Una fina capa de unos dos centímetros cubría el aeropuerto. Para ir a Munich opté por el avión pensando que con dos centímetros de nieve los trenes no circulan. Me pregunto por qué el ferrocarril construye estaciones subterráneas nuevas. ¿Para qué una estación si los trenes no andan? Es como construir un puerto en ultramar sin agua en cien kilómetros a la redonda. Con nieve también las calles son intransitables.
Normalmente en la vida ocurre que siempre hay una alternativa. Cuando hay en la lavadora un pantalón gris de pana siempre cuelga en el armario otro de pana negra. Cuando un periódico no quiere publicar tu artículo siempre encuentras otro –si el artículo no es muy malo-. Cuando te cansas de leer, enchufas la radio y oyes aquello de el mal de amores no es eterno (Libesleid dauert keine Ewigkeit). ¿Qué la mafia te ha disparado en la rodilla? Amigo, está la silla de rueda. ¿Qué te has muerto? Sigues viviendo en el corazón de tus amores, y a lo mejor hasta puede que exista el cielo. Sólo cuando en Alemania nieva y tienes que ir urgentemente a alguna parte es cuando no existe alternativa.
El asunto no está en esos dos centímetros de nieve sino en los dos grados bajo cero. El avión no pudo ser descongelado. El que en invierno vuelen tan pocos aviones radica en que no hay medios de descongelación. El invierno llega puntual, no así el líquido descongelante.
No acabo de entender, no puedo imaginarme que los gerentes de los aeropuertos se olviden de comprar algo tan importante como líquido descongelante. Indagando en los entresijos de este fenómeno tropecé con una entrevista en la revista Der Spiegel, dada por el gerente del aeropuerto Wolfgang Schwalm el pasado invierno. Se necesita mucho líquido descongelante porque los aviones son enormes y los aeropuertos es imposible que almacenen tantos litros para todo el invierno, no hay tanques tan grandes en los aeropuertos. El líquido descongelante es acarreado por camiones y cuando nieva y hiela, decía el tal gerente en la entrevista, las cisternas se quedan atrapados en las autopistas, no llegan a los aeropuertos. Dicho de otro modo, los aviones no vuelan porque los camiones-cisterna no circulan.
Ahora cabe preguntar: ¿Y los camiones no tienen ruedas de invierno? Por supuesto, pero las autopistas están bloqueadas por otros coches. Y estos autos pertenecen a gerentes, capitalistas, proletarios y columnistas de periódicos, que deben acudir rápidamente a sus puestos y no pueden viajar por tren o avión porque no funcionan. Así que probemos en coche.
El que el tren no circule en invierno depende de que muchas agujas sólo funcionan con calor y buen tiempo. Son agujas baratas. Y el ahorro y recorte económico dependen de los proyectos en bolsa del ferrocarril. Es decir, posiblemente todos los problemas de circulación invernales por tierra mar y aire dependen de la actuación de una sola persona. Va a resultar que si al final estalla el capitalismo no va a ser obra de Karl Marx sino de Hartmut Mehdorm
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